Creo que no estaría escribiendo este autorretrato si no me gustara mucho leer y escribir.
Cuando era pequeña devoraba colecciones. Los cinco, los siete secretos, los Hollister, los tres investigadores, Puk… Me encantaban las aventuras, los peligros a los que se enfrentaban, cómo hacían sus planes a escondidas de los adultos… Podía estar horas y horas leyendo. Lo que más me gustaba era despertarme los fines de semana, coger mi libro y quedarme en la cama leyendo hasta que mi madre viniera a levantarme. Estas colecciones enganchaban, y no me daba tanta pena que se acabara un libro porque ¡sabía que habría otro después!
Casi nunca faltaron libros en casa (aunque hubo temporadas en que sí): éramos cuatro hermanos, y a todos nos regalaban 3 o 4 libros los reyes magos, y otros tantos cuando llegaban las vacaciones de verano. No es que mis padres anduvieran muy bien de dinero, pero cada mes ponían un poquito en un sobre y lo llevaban a la "librería de cabecera" y así, cuando llegaba el momento, no era tan costoso. La "librería de cabecera" estaba en el barrio, y era un sitio maravilloso, donde el librero o la librera nos conocían a todos, nos recomendaban los mejores libros infantiles y de mayores, y nos dejaban leer las primeras páginas de cada uno para que nos decidiésemos… Todavía ahora voy a veces, a buscar un libro para mí, o para mis hijos, y me dejo guiar por estas personas que han leído casi todo y saben bien lo que me puede gustar y lo que no.
También mi abuela guardaba en sus altillos muchas de las novelas que leyeron mi madre y mis tías; había más de cincuenta de una vieja colección de Editorial Juventud (Papaíto piernas largas, El tulipán negro, Los tres mosqueteros, Corazón…), una colección de novelas de Emilio Salgari, casi todas las historias de Celia y sus amigos, la colección completa de Tarzán… Así que cuando vinieron las vacas flacas, empezaron a circular estos libros, que al principio mi abuela guardaba celosamente y que no tuvo más remedio que dejar marchar.
Pronto algunas editoriales empezaron a publicar otro tipo de libros, con aventuras más próximas en el tiempo a nuestros días. La Galera o Alfaguara sacaban títulos con unas historias asombrosas detrás, sobre personas que se parecían a nosotras, pero en otros países a los que España había estado dando la espalda, o historias escritas por personas que por fin podían publicar en su país…. Claro, que para eso se tuvo que morir Franco… De esa época recuerdo especialmente a Miguel Hernández, el poeta, que me cultivaba (y aún lo hace) con su inverosímil forma de manejar las palabras, a Carmen Kurtz y las peripecias que hacía pasar a Óscar, a Momo de Michael Ende, o a Emili Teixidor, un mago del misterio juvenil… Qué suerte tuve de vivir esos primeros tiempos de OTRA literatura infantil y juvenil, y ¡cuánto me costó pasar a la literatura "de mayores"…! Pero poco a poco, dejándome recomendar por mi madre, que me conoce tan bien, fui entrando en esas otras aventuras, las de la vida de las personas adultas: conocerse, conocer a los otros, amarse o separarse, meterse en política o en aventuras financieras, en líos ilegales, morales, o filosóficos… Últimas tardes con Teresa, de Joan Marsé, o Cien años de soledad, de García Marquez, me mantuvieron horas y horas en la cama, pasando página tras página hasta llegar al final… Leer era algo emocionante, siempre. Era un refugio, una diversión, un escondite, un descanso… y nunca había instrucciones sobre qué sí o qué no había que leer… así que ¡doble aventura!
Los últimos años de instituto ya no era capaz de leer durante el curso; acababa cada día cansada, y un día, no pude hacer el pequeño esfuerzo que requiere despedirse de un libro para empezar uno nuevo… así que durante dos o tres años solo leía en vacaciones. Desde entonces, siempre he sido consciente de que el placer que se obtiene de un buen libro necesita una pequeña inversión previa, un empujoncito que no siempre somos capaces de dar. Y cuando esa limitación me ha hecho añorar suficientemente el viaje a lo desconocido que espera entre las páginas de cada libro, he encontrado de nuevo energía para embarcar… Lo mejor de leer es que es un acto libre, un ejercicio de libertad personal completa, pero solo una vez que sabes de verdad lo que es: un viaje a tu interior, y al interior de quien lo escribió, que te llena de vida.
En el pasado reciente, coincidiendo con mi dedicación a la crianza de mis hijos e hija, he leído, sobre todo, historias de mujeres, contadas casi siempre por mujeres: Almudena Grandes, Marcela Serrano, Marian Keyes, Carmen Martín Gaite, Elvira Lindo, Dulce Chacón, Ángeles Mastretta… buscando tal vez referencias, queriendo ser más y mejor mujer, esa condición que de pronto se vuelve única. Creo que una de mis favoritas fue el Altas de Geografía Humana, y la que más mi hizo sentir, y llorar, La voz dormida. A veces, me dejo aconsejar por mi hija, o por mis hijos, y leo lo que ellos leen (que es mucho y variado) pero les hago caso muchas menos veces de las que me gustaría...
A día de hoy, leo mucha menos narrativa, y mucho más ensayo. Y por circunstancias especiales, este año leo solo libros en inglés. Pero para estar a gusto necesito leer dos o tres al mismo tiempo, porque no todas las noches me apetece lo mismo. Salvo en algunos casos excepcionales, mi corazón se siente un poco abandonado cada noche cuando cojo lo que sea que esté leyendo, así que, al menos, le doy a elegir de entre varias opciones. Creo que lo que ha mantenido viva mi pasión lectora es la capacidad de emocionarme, un trabajo en equipo entre la persona que escribe y yo. La emoción intelectual, vibrar ante las ideas, los conocimientos y las reflexiones de las personas sabias sobre la vida, el universo y todo lo demás, no es comparable, para mí, con el poder que tienen las historias de hacerte volar por otras vidas, otros universos… y nada más… Ahora internet me permite estar más cerca de quienes escriben, de quienes cuentan sus historias en sus blogs, o en twitter, y la verdad, las historias de esas personas son para mí aún más emocionantes, porque a veces son ficción, y a veces no ¿quién sabe?
No me gustaría acabar sin tratar de responder a un par de preguntas: ¿qué despertó esta pasión?¿Y qué ayudó a que no se perdiera por el camino?
Creo que fue muy importante tener siempre a mano buenas historias: mi padre y mi madre se ocuparon de que esto ocurriera, y de hecho se siguen ocupando. La casa de mis padres estuvo, y está, llena de libros. No creo que les costase esfuerzo, porque ambos ya eran grandes y apasionados lectores.
Otra clave creo que está en haber podido elegir y probar entre muchos estilos, géneros y formatos, y la ayuda de otras personas para encontrar siempre algo adecuado al estado de ánimo, a las ganas de esforzarse o al deseo de aprender. En las estanterías de mi casa lo mismo podías (y puedes) encontrar el Ulysse de Joyce, la colección completa de Marcial Lafuente Estefanía, De dónde vienen los niños, Mortadelo y Filemón, Yo Robot, o las obras completas de Karl Marx. Y todo eso estaba disponible. Podía pedir consejo, orientación, ideas. Pero, en esencia, aprendí acompañada a elegir lo que se ajustaba a cada momento mío, sin limitaciones y sin ansiedades por parte de nadie. Así que nunca leí El Quijote más que en una versión cómic, y sin embargo leí mil ediciones de los cuentos de los hermanos Grimm.
Pero creo que lo más importante de todo fue el deseo de mis mayores de compartir conmigo la experiencia inigualable de leer y ver el mundo a través de los libros.
Nicolasa, me ha gustado mucho tu autorretrato lector, me siento muy identificada con muchos pasajes: las colecciones, la librería de barrio, el leer varios libros a la vez...Es muy bonito leer la pasión por la lectura de otras personas y encontrar puntos en común. Un abrazo, Ana
ResponderEliminarGracias, Ana, me alegro que te haya gustado. Es gracioso ver como estos viajes solitarios hacia el interior de mi pasado no tienen nada de solitarios al final, siempre hay alguien (o álguienes) que te acompaña, y siempre se siente una parte de algo más grande :o)
EliminarNo sabes cuantos recuerdos me has traído al presente. Somos tres hermanas y yo la más pequeña, así que heredé todas esas colecciones de mis hermanas. El verano lo pasamos en el campo, dormíamos en el mismo cuarto. Encimas de nuestras camas estaban todos esos libros, siendo leídos o esperando serlo. Parece que estoy escuchando la voz de mi padre desde el dormitorio de abajo, regañando para que apagásemos la luz. Gracias por compartir tus recuerdos y experiencias con nosotr@s.
ResponderEliminarGracias a ti por compartir los tuyos. Me encantaría haber sintetizado, haber extraído algún hecho o sentimiento singular (juro que resumir sí he resumido, y que me he dejado muchos libros en el tintero) Posiblemente el de complicidad lectora con mis hermanos y mis padres es uno de ellos, pero creo que se lleva la palma que lo que era una sensación de escasez, vista desde ahora se convierte en una abundancia de oportunidades para crecer feliz.
Eliminar¿Sabes lo que me encanta de tu post? que es como si ademas de describir tus recuerdos, tu historia como lectora, reescribieses tambien un trozo importante de mi historia personal. Yo era una autentica devoradora de libros, en especial de aventuras, desde los 7/8 años. Luego la vida me llevo por derroteros en los que los libros eran mas que una maravillosa ventana al mundo, a los distintos mundos, experiencias, conocimientos, aventuras, etc. pues formaron tambien una parte importante de mi mundo profesinal... Pero esa estrecha e imprescindible relacion con los libros tambien fue heredado. En casa de mis padres habia tambien muchos libros y ellos nos empujaron siempre a usarlos, a amarlos, a encontrar diversion y tambien informacion. Ahora ya, a estas alturas, hago lo que puedo por seguir empujando al descubrimiento de lo maravilloso que es leer a mis nietecillos: algunos no lo necesitan, pero otros si. En fin, despues de haberme enrollado demasiado, vuelvo a mi tesis de siempre: Nicolasa, ¿porque no te dedicas a escribir? ese maravilloso don de saberte expresar tan bien, ya se que lo cultivas a placer, pero deberias prodigarte: tienes mucho que decir y siempre es un placer leerte. Besos
ResponderEliminarJajajajaja, iremos viendo qué podemos hacer... Una cosa es dedicarse a escribir y otra poder vivir de ello. De momento, creo que me voy a limitar a disfrutarlo, y a dejar que los demás (anónimos pero previsibles, o conocidos identificados) lo disfrutéis también, en la medida de lo posible.
EliminarBesos back.