Esta que escribe aquí, con la memoria llena de historias de dioses griegos, que vibra con los versos de los coros de las tragedias de Eurípides, y se admira ante la profunda sencillez de un par de versos de Safo; ésta que descubre una y otra vez la riqueza de las palabras aladas de Homero, porque leer para otros, para sus alumnos, la hace llegar más cerca del poeta; el corazón entre dos extremos de la novela, entre las historias decimonónicas de Austen, Stendhal, Galdós, Valera o Tolstoi y la mágica verosimilitud del siglo XX de García Márquez, Isabel Allende o Benedetti; la que se saltaba capítulos de Los Miserables o de La Tía Julia y el escribidor por la impaciencia por descubrir los pesares de los protagonistas; la que se ha convencido de que la vida del lector no es tan larga como para leerlo todo y sólo merece la pena acabar lo que te gusta; la que se ha prometido nunca leer un prólogo, para que nadie le descubra antes que ella misma la voz del autor; antes gustosa de la lectura en la lengua del creador, algo desilusionada por el enfoque cinematográfico de algunas obras y no muy amante de los libros prestados, que urge leer para dar tu opinión.
Esta que digo, es la lectora que soy, la que nació a la literatura escuchando embelesada cuentos de sus mayores, la que disfruta del sol invernal de la tarde, sentada en el suelo, leyendo,… Llámase comúnmente Emma.
Ambas coincidimos con Borges en que necesitaríamos otra vida (u otras) para leer todo lo que no nos da tiempo en ésta; por lo tanto, hago público que yo también dejo a medias los libros que no me gustan ¡es un tiempo precioso que no debemos perder!
ResponderEliminarEn cuanto a las adaptaciones cinematográficas, hay de todo: acuérdate de "Los puentes de Madison", película que supera en mucho al bestseller original.
¡Magnífico autorretrato literario, gracias!
A veces una se siente orgullosa de tener una hermana mayor. No digo más
ResponderEliminar