Cada día, entrar en twitter es descubrir la labor discreta pero altamente importante de una experta en buscar y ayudar a crecer al que va encontrando en las redes.
Ahora, ha empezado su aventura escritora desde la propuesta de un #8mrobótico y es un placer acompañarla en estos tejidos que salen de sus laboriosos dedos.
Un humilde lapicero @JLBracamonte nos regala este entrañable regalo para el Día del Libro #23Lviolines http://t.co/ZM2g0K8j0e
— Carmen Iglesias (@carmeniglesiasb) abril 23, 2015
La historia se contará, en no tardando mucho tiempo, con un "tanto monta, monta tanto, doña Carmen como don Trotando".
Un placer
Doña Díriga
Un placer
Doña Díriga
Violines que exhalan, muestran, describen y suenan en las páginas de los libros.
No me gustaba ir a la
escuela ¡qué rollo!
Mis recuerdos de aquellos
años de parvulitos no son nada agradables; todo el día haciendo caligrafía,
aprendiendo los números, a sentarme como una señorita... ¿para qué me servía a
mí aquello? solo pasábamos a los juegos a última hora de la tarde y para eso
tenías que haber hecho bien la dichosa caligrafía, la mayoría de los días me
quedaba sin jugar, a repetirla.
Tanto se empeñaron en que
escribiese bien y aprendiese matemáticas (la vida me dio la paciencia de mi tío
paterno que se esforzaba cada tarde en enseñarme aquello tan complicado y raro)
que me convirtieron en una maniática de las tareas bien hechas, engullir
meticulosamente contenidos y empeñarme en obtener buenas notas que apenas me
dejaron interés de leer por placer.
El gusanillo por la
lectura me llegaría más tarde, cuando abrieron la biblioteca municipal, un
verdadero acontecimiento, todos los vecinos nos hicimos socios, qué
importantes, nos daban un carnet y la oportunidad de pasar un ratito de la
tarde noche calentitos en invierno. Alguna que otra vez nos echaban por armar
barullo, dependiendo de la disposición a aguantar de la bibliotecaria de turno.
No todo era jolgorio, veíamos enciclopedias, libros de imágenes y hacíamos
trabajos para clase. Mi hermano acudía a la biblioteca dos veces por semana,
sacaba libros para él y para mi madre, llegaron a establecer cierta rivalidad
por comprobar quién leía más: Agatha Christie, Emilio Salgari, Julio Verne… yo
me piqué y comence a leer libros de aventuras: los cinco, los siete
secretos....
Trece años más tarde
probé de mi propia medicina, fui la bibliotecaria durante tres años, de vez en
cuando me encuentro a algún muchachillo de aquellos, ya grandecito y recordamos
entre risas la matraca que me daban, alguna tarde llegaron a agruparse hasta 70
niños, una auténtica algarabía, pero tan contenta de ver lleno el recinto.
Me ha gustado leer, pero
confieso que no ha sido una de mis grandes pasiones. Cuando realmente estoy
disfrutando de la lectura es ahora, leyendo me siento libre, no pienso en nada,
me olvido de todo y me relajo de tal manera que se me olvida el tiempo que
llevo leyendo, me da pena dejar de leer, estoy empezando a sentir dependencia,
cuando termino un libro siento cierto vacío y nostalgia de sus personajes,
pienso que no me va a enganchar el siguiente, pero me engancha. Por eso sé que
la lectura me ha atrapado. Por eso, y porque ahora soy capaz de oler los
aromas, contemplar los paisajes, gustar los sabores y escuchar los violines que
exhalan, muestran, describen y suenan en las páginas de los libros.
Carmen Iglesias
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