La TRIBU 2.0 te invita a celebrar este Día del Libro en clave de EMOCIÓN 2.0. ¿Cómo hacer que esta celebración se convierta en una aventura TIC en el sXXI? Todo un reto para la Escuela 3,1416... La Escuela 3,1416...quiere ser ese número. Quiere ser lo imprevisto y lo imprevisible, lo fraccionario, lo que no se termina nunca... Es la escuela donde al menos hay tres y algo más...
Espacios de encuentro
jueves, 24 de diciembre de 2015
jueves, 23 de abril de 2015
#selfiequijote ¿El tuyo?
#selfieQuijote cuando regalamos a los niños de 0 a 3 años lanzas de fantasia @carmeniglesiasb @blogmaniacos pic.twitter.com/vndaiIRjO3
— mercedes ruiz (@londones) abril 23, 2015
#selfiequijote cuando acercamos los lobos a los niños de 0 a 3 años @Mariaelnogal @estherte9 @Judit_hdez91 @leeres pic.twitter.com/ApxWmrRnqk
— mercedes ruiz (@londones) abril 23, 2015
Violines que exhalan, muestran, describen y suenan en las páginas de los libros
Cada día, entrar en twitter es descubrir la labor discreta pero altamente importante de una experta en buscar y ayudar a crecer al que va encontrando en las redes.
Ahora, ha empezado su aventura escritora desde la propuesta de un #8mrobótico y es un placer acompañarla en estos tejidos que salen de sus laboriosos dedos.
Un humilde lapicero @JLBracamonte nos regala este entrañable regalo para el Día del Libro #23Lviolines http://t.co/ZM2g0K8j0e
— Carmen Iglesias (@carmeniglesiasb) abril 23, 2015
La historia se contará, en no tardando mucho tiempo, con un "tanto monta, monta tanto, doña Carmen como don Trotando".
Un placer
Doña Díriga
Un placer
Doña Díriga
Violines que exhalan, muestran, describen y suenan en las páginas de los libros.
No me gustaba ir a la
escuela ¡qué rollo!
Mis recuerdos de aquellos
años de parvulitos no son nada agradables; todo el día haciendo caligrafía,
aprendiendo los números, a sentarme como una señorita... ¿para qué me servía a
mí aquello? solo pasábamos a los juegos a última hora de la tarde y para eso
tenías que haber hecho bien la dichosa caligrafía, la mayoría de los días me
quedaba sin jugar, a repetirla.
Tanto se empeñaron en que
escribiese bien y aprendiese matemáticas (la vida me dio la paciencia de mi tío
paterno que se esforzaba cada tarde en enseñarme aquello tan complicado y raro)
que me convirtieron en una maniática de las tareas bien hechas, engullir
meticulosamente contenidos y empeñarme en obtener buenas notas que apenas me
dejaron interés de leer por placer.
El gusanillo por la
lectura me llegaría más tarde, cuando abrieron la biblioteca municipal, un
verdadero acontecimiento, todos los vecinos nos hicimos socios, qué
importantes, nos daban un carnet y la oportunidad de pasar un ratito de la
tarde noche calentitos en invierno. Alguna que otra vez nos echaban por armar
barullo, dependiendo de la disposición a aguantar de la bibliotecaria de turno.
No todo era jolgorio, veíamos enciclopedias, libros de imágenes y hacíamos
trabajos para clase. Mi hermano acudía a la biblioteca dos veces por semana,
sacaba libros para él y para mi madre, llegaron a establecer cierta rivalidad
por comprobar quién leía más: Agatha Christie, Emilio Salgari, Julio Verne… yo
me piqué y comence a leer libros de aventuras: los cinco, los siete
secretos....
Trece años más tarde
probé de mi propia medicina, fui la bibliotecaria durante tres años, de vez en
cuando me encuentro a algún muchachillo de aquellos, ya grandecito y recordamos
entre risas la matraca que me daban, alguna tarde llegaron a agruparse hasta 70
niños, una auténtica algarabía, pero tan contenta de ver lleno el recinto.
Me ha gustado leer, pero
confieso que no ha sido una de mis grandes pasiones. Cuando realmente estoy
disfrutando de la lectura es ahora, leyendo me siento libre, no pienso en nada,
me olvido de todo y me relajo de tal manera que se me olvida el tiempo que
llevo leyendo, me da pena dejar de leer, estoy empezando a sentir dependencia,
cuando termino un libro siento cierto vacío y nostalgia de sus personajes,
pienso que no me va a enganchar el siguiente, pero me engancha. Por eso sé que
la lectura me ha atrapado. Por eso, y porque ahora soy capaz de oler los
aromas, contemplar los paisajes, gustar los sabores y escuchar los violines que
exhalan, muestran, describen y suenan en las páginas de los libros.
Carmen Iglesias
"La ladrona de libros". Juego de animación lectora
¿Qué han robado un libro en la Biblioteca? ¿Más de uno? Pero, ¿a quién se le ocurre robar un libro a estas alturas? ¿Todavía se lee?
Los alumnos de nuestro instituto, nos han pedido que hagamos un juego de animación a la lectura como el que realizamos el curso pasado ("En busca del libro perdido"), porque se lo habían pasado muy bien.
En realidad, no no tenían que animarnos mucho para que lo preparáramos, pero nos refuerza el hecho de que se acordarán aún y que nos lo demandaran. Fue una bonita experiencia.
Pero claro, no la íbamos a repetir. Al menos, de la misma manera.
En esta ocasión, se titulará, El enigma de "la ladrona de libros", en honor al libro "La ladrona de libros"
Les presentamos la actividad, aún por terminar de manera definitiva, por si les sirviese de inspiración.
Preámbulo
- En la pizarra LED del ies, aparecerá el siguiente mensaje: "Han robado un libro en la Biblioteca"
- Unos días después, será sustituido por este otro: "Nos ayudas a descubrir a la ladrona de libros"
- Al cabo de dos días, el instituto aparecerá plagado de carteles de la ladrona de libros modificado con rostros de diferentes alumnos sin ninguna explicación al respecto.
- Se proyectará la película "La ladrona de libros".
Desarrollo de la actividad
- Las clases se dividirán en grupos de 3 o 4 alumnos.
- A cada grupo se le entregará aleatoriamente una de las 8 tarjetas en la biblioteca.
- Los grupos comenzarán con el número de la tarjeta les haya tocado y terminarán la 1ª fase con la tarjeta del número anterior al que han recibido: 1 > 2 > 3 > 4 > 5 > 6 > 7 > 8 >1
- En cada tarjeta, irá inscrito un libro y la página en la que se encuentra una pregunta que deben encontrar y que deben realizar a un testigo, sospechoso o soplón.
- Los testigos, sospechosos o soplones, les darán una respuesta que deben anotar en una ficha y la pista del siguiente testigo, sospechoso o soplón que deben localizar.
- Una vez obtenidas las 8 pìstas, deben encontrar al testigo principal, que les facilitará la pista definitiva que les llevará a resolver el enigma de la ladrona de libros.
- El testigo principal, les facilitará la pista definitiva para resolver el enigma: En un lugar del centro, encontrarán una imagen del tifón andarín. Deben escanearla con la aplicación de realidad aumentada Layar y les llevará a un examen perdido por el instituto, que alguien encontró y colgó en una pared o tablón del centro. En la pregunta nº 5 del examen, verán la imagen de un dragón que escanearán con Layar y descubrirán a la responsable del robo de los libros que es una profesora del Ciclo Formativo de Dirección de Cocina y la prueba (nada).
- Deberán localizarla y preguntarle la razón del robo de los libros.
- Anotarán esa razón en la ficha y cerrarán el caso obteniendo una medalla y un chupete como recompensa.
Pista nº 1
Libro: "Dónde esté mi corazón"
Página: 94
Pregunta a encontrar: ¿Dónde estuviste ayer? No se te vio el pelo.
Respuesta a conseguir: Tuve trabajo
Instrucciones: Debes buscar una pregunta en la página 94 del libro "Dónde esté mi corazón". y realizársela al sospechosa nº1 que te dará una respuesta. Anótala.
Pista nº 2
Libro: "Momo"
Página: 35
Pregunta a encontrar: ¿Qué es lo que dice?
Respuesta a conseguir: Dice que en su pueblo hay una canción antiquísima, con la que se puede hacer dormir al "tifón andarín".
Instrucciones: Debes buscar una pregunta para saber lo que dice a la soplona nº1 en la página 35 del libro "Momo". que te dará una respuesta. Anota las dos últimas palabras de su respuesta.
Pista nº 3
Libro: "Las fronteras del miedo"
Página: 23
Pregunta a encontrar: Deduzco que le gusta escribir por las noches
Respuesta a conseguir: Ha acertado.
Instrucciones: Busca en la página 23 del libro "Las fronteras del miedo" la frase con la que podrías saber lo que le gusta a la sospechosa nº2 y anota su respuesta.
Pista nº 4
Libro: "Una (estupenda) historia de dragones y princesas (...más o menos)"
Página: 58
Pregunta a encontrar: ¿No crees que el destino me ha traído hasta tu lado hasta tu lado para que me ayudes?
Respuesta a conseguir: Hay muchas formas de hacerlo ¿Hábleme de ese dragón?.
Instrucciones: Debes realizar una pregunta que encontrarás en la página 58 del libro "Una (estupenda) historia de dragones y princesas (...más o menos)" para saber cuál es la razón por la que te va a ayudar la soplona nº2. Anota la última palabra de su respuesta.
Pista nº 5
Libro: "Sin vuelta atrás"
Página: 118
Pregunta a encontrar: ¿Por qué no has querido hablar con la maestra?
Respuesta a conseguir: ¿De qué iba servir?
Instrucciones: Debes encontrar una pregunta sobre la maestra en la página 118 del libro "Sin vuelta atrás" a la sospechosa nº3 y anotar su respuesta.
Pista nº 6
Libro: "El asesinato del profesor de matemáticas"
Página: 26
Pregunta a encontrar: ¿Ya ha corregido los exámenes?
Respuesta a conseguir: Los vuestros sí.
Instrucciones: Deben realizar una pregunta sobre los exámenes que localizarán en la página 26 del libro "El asesinato del profesor de matemáticas" a la testigo nº1 y anotar su respuesta.
Pista nº 7
Libro: "El asesinato de la profesora de lengua"
Página: 91
Pregunta a encontrar: ¿Cuál es el único número que tiene tantas letras como indica el mismo?
Respuesta a conseguir: Cinco.
Instrucciones: Deben realizar una pregunta sobre números que encontrarán en la página 91 del libro "El asesinato de la profesora de lengua" a la testigo nº2 y anotar su respuesta.
Pista nº 8
Libro: "Y no quedó ninguno"
Página: 79
Pregunta a encontrar: ¿Qué cenó anoche y que bebió cuando estaba ya en la cama?
Respuesta a conseguir: Nada.
Instrucciones: Deben realizar una pregunta relacionada con el Ciclo Formativo Superior de Dirección de Cocina que encontrarás en la página 79 del libro "Y no quedó ninguno" a la sospechosa nº4 y anotar su respuesta.
PISTA DEFINITIVA:
El testigo principal, les facilitará la pista definitiva para resolver el enigma:
En un lugar del centro, encontrarán una imagen del "tifón andarín". Deben escanearla con la aplicación de realidad aumentada Layar y les llevará a un examen perdido por el instituto, que alguien encontró y colgó en una pared o tablón del centro. En la pregunta nº 5 del examen, verán la imagen de un dragón que escanearán con Layar y descubrirán a la responsable del robo de los libros que es una profesora del Ciclo Formativo de Dirección de Cocina y la prueba (nada).
Deberán localizarla y preguntarle la razón del robo de los libros.
Anotarán esa razón en la ficha y cerrarán el caso (es adicta a la lectura), obteniendo una medalla y un chupete como recompensa.
¿Nos ayudas a encontrar a la ladrona de libros?
¿Nos ayudas a encontrar a la ladrona de libros?
En nuestro centro, el IES María Pérez Trujillo, hemos comenzado a lanzar la fase previa del juego de animación a la lectura "La ladrona de libros".
Objetivos que persigue esta fase (conseguidos):
Objetivos que persigue esta fase (conseguidos):
- Despertar la curiosidad
- Crear expectativas
Para ello, en la pizarra LED del centro, en la que habitualmente escribimos frases, ha aparecido, sin más explicaciones, la siguiente frase:
¿Nos ayudas a encontrar a la ladrona?
Posteriormente, el instituto ha aparecido plagado de carteles de la película "La ladrona de libros" modificados, incluyendo a alumnos de bachillerato del centro.
Se da la circunstancia de que la mitad de los alumnos de bachillerato son nuevos en el centro por provenir de otros institutos que han accedido a nuestro bachillerato de artes escénicas.
La actividad, está dirigida a alumnos de la ESO, que no conocen demasiado a los alumnos de bachillerato, por lo que también la planteamos como una manera de estrechar relaciones.
Los alumnos de la ESO debe descubrir a 7 alumnos de bachillerato que se encuentran en los diferentes carteles.
Añado, también, la ficha que deben rellenar los alumnos durante la realización de la actividad posterior de animación "La ladrona de libros".
‘Top Secret: Conviértete en investigador’ mientras lees #Bibliotecas
La Biblioteca Pública del Estado en Albacete fomenta la lectura a través de la actividad ‘Top Secret: Conviértete en investigador’.
- Esta interesante iniciativa trata de enganchar a la lectura de una forma lúdica y gamificada que trata de enganchar a la lectura.
Esta actividad propone una aventura lectora en la que se convierten en protagonistas y en investigadores, con el objetivo de conseguir un acercamiento al libro de una forma creativa, lúdica y placentera.
Cada “caso” es un libro y la Biblioteca facilita varias pistas para descubrir el misterio: un mensaje cifrado con el título, informaciones sobre el autor, su foto distorsionada y diferentes imágenes sobre la trama y los personajes.
Cada participante dispone de
- Un ‘carnet de investigador’, con su foto y datos personales,
- Un ‘cuaderno de casos sin resolver’ con el texto parcialmente oculto.
Cada vez que resuelven un caso y descubren el “misterio”, es decir, el “libro buscado”, la Biblioteca le proporcionará una pegatina del libro en cuestión que estampará en su carnet junto a un sello de “caso cerrado”.
Dirigida a niños y niñas de entre 6 y 16 años de edad, persigue un acercamiento al libro de una forma lúdica y creativa.
• Se presentan 60 casos sin resolver y diferentes pistas que los participantes deben descubrir en las páginas de los 60 libros que la Biblioteca pone a su disposición.
• A esta iniciativa se han sumado a esta iniciativa 16 bibliotecas de la provincia de Albacete.
¡Mañana libro! ¿Y tú?
¡Mañana libro! ¿Y tú?
Algunas de las actividades con motivo del Día del libro en el IES María Pérez Trujillo
Idea del compañero Fano
El árbol de la lectura
|
Idea de la compañera Marusela |
Etiquetas:
animación a la lectura,
Día del libro
miércoles, 22 de abril de 2015
Cambiar la letra #23Lviolines
Ya dijo el poeta aquello de mi infancia son recuerdos, en mi caso de un patio de recreo, rodeado de polvo y piedras y vestido con un babi de rayas blancas y azules, eran los primeros años sesenta y como todo por esa época en blanco y negro, menos mi babi que era de rayas blancas y azules.
Son olores sin sabores, texturas sin colores y lápices por dominar, un vaso de metal y la canela envuelta en papel de estraza para tomar esa leche en polvo americana que nos daban en la escuela, y canciones infantiles, mañana no hay escuela porque se ha roto la cazuela, y señoritas muy serias y maestros con traje y palmeta, algunos tan grandes y con cara de malo que recordar no quiero.
En las aulas se olía a goma de borrar, ese olor que me gusta y evoco todavía hoy cuando visito aulas de niños pequeños, y recuerdo que no sabía coger el lápiz y como al hacer palotes y palotes no me salían bien, me salía de la raya y entonces alguien me cogía mano y me llevaba, me guiaba para que esos palotes me salieran bien, no recuerdo con exactitud y puede que no sea ajuste a la verdad, pero tengo la impresión de que podría haber estado haciendo palotes con un lápiz varias horas al día durante muchos días.
Borrador y sacapuntas mis grandes herramientas de diario, libreta a rayas y la enciclopedia Alvarez, un todo incluido de aquellos tiempos, la pizarra apoyada en un trípode con los números del 1 al 100 que repetíamos todos los días, hacia adelante y hacia atrás, luego cantar la tablas de multiplicar y recitar los pueblos de la provincia de Murcia: " Los pueblos de la provincia de Murcia son 42, Murcia, Cartagena, La Unión, Jumilla, Yecla, Archena...." y así hasta llegar a Cieza, el nuestro, que siempre era el último.
Don Juan, nos ponía en circulo alrededor de la clase y nos hacía repetir la lección, el que la sabía bien adelantaba al que no se la sabía con lo cual teníamos un verdadero ranking con un número 1 al que yo nunca llegué, puede que sea porque no pude o porque no supe, al decir verdad nunca me ha gustado aspirar a número uno en nada.
Casi sin darme cuenta me vi en un instituto con once años y un montón de alumnos mayores algunos incluso con bigote, por aquella época, primeros años setenta, ya manejaba el lápiz con soltura, ya no hacía palotes, pero mi letra , ¡ayyyy mi letra!, no la entendía ni yo, pero no tenía a nadie que me llevara la mano para mejorarla, así que un día decidí cambiarla, me fije en mi compañero que tenía una letra clara, limpia y que yo entendía perfectamente, visto lo visto tomé la gran decisión, desde hoy y para siempre voy a escribir como Antoñito y así fue, poco a poco fui moldeando mi letra, con lápiz era más fácil, con el boli me costaba más, a lo largo de mis seis años de bachiller y luego COU me sentía muy orgulloso de mi gran decisión, cambiar mi letra.
En mis años de Universidad tuve la gran recaída y mi letra volvió a sus inicios, a ser ilegible, eso de tomar apuntes y apuntes no iba conmigo, además de joderme la letra me aburría, hubo que recurrir a otros compañeros y a las fotocopias, gran invento ese. Desde entonces hasta aquí he hecho enormes esfuerzos por volver a mi letra copiada de Antoñito y no lo he conseguido, puede que tengan la culpa los teclados, pero a pesar de todo, añoro escribir a mano, pausado y con letra clara y limpia como mi amigo Antoñito que si sigue con su letra de toda la vida.
Son olores sin sabores, texturas sin colores y lápices por dominar, un vaso de metal y la canela envuelta en papel de estraza para tomar esa leche en polvo americana que nos daban en la escuela, y canciones infantiles, mañana no hay escuela porque se ha roto la cazuela, y señoritas muy serias y maestros con traje y palmeta, algunos tan grandes y con cara de malo que recordar no quiero.
En las aulas se olía a goma de borrar, ese olor que me gusta y evoco todavía hoy cuando visito aulas de niños pequeños, y recuerdo que no sabía coger el lápiz y como al hacer palotes y palotes no me salían bien, me salía de la raya y entonces alguien me cogía mano y me llevaba, me guiaba para que esos palotes me salieran bien, no recuerdo con exactitud y puede que no sea ajuste a la verdad, pero tengo la impresión de que podría haber estado haciendo palotes con un lápiz varias horas al día durante muchos días.
Borrador y sacapuntas mis grandes herramientas de diario, libreta a rayas y la enciclopedia Alvarez, un todo incluido de aquellos tiempos, la pizarra apoyada en un trípode con los números del 1 al 100 que repetíamos todos los días, hacia adelante y hacia atrás, luego cantar la tablas de multiplicar y recitar los pueblos de la provincia de Murcia: " Los pueblos de la provincia de Murcia son 42, Murcia, Cartagena, La Unión, Jumilla, Yecla, Archena...." y así hasta llegar a Cieza, el nuestro, que siempre era el último.
Don Juan, nos ponía en circulo alrededor de la clase y nos hacía repetir la lección, el que la sabía bien adelantaba al que no se la sabía con lo cual teníamos un verdadero ranking con un número 1 al que yo nunca llegué, puede que sea porque no pude o porque no supe, al decir verdad nunca me ha gustado aspirar a número uno en nada.
Casi sin darme cuenta me vi en un instituto con once años y un montón de alumnos mayores algunos incluso con bigote, por aquella época, primeros años setenta, ya manejaba el lápiz con soltura, ya no hacía palotes, pero mi letra , ¡ayyyy mi letra!, no la entendía ni yo, pero no tenía a nadie que me llevara la mano para mejorarla, así que un día decidí cambiarla, me fije en mi compañero que tenía una letra clara, limpia y que yo entendía perfectamente, visto lo visto tomé la gran decisión, desde hoy y para siempre voy a escribir como Antoñito y así fue, poco a poco fui moldeando mi letra, con lápiz era más fácil, con el boli me costaba más, a lo largo de mis seis años de bachiller y luego COU me sentía muy orgulloso de mi gran decisión, cambiar mi letra.
En mis años de Universidad tuve la gran recaída y mi letra volvió a sus inicios, a ser ilegible, eso de tomar apuntes y apuntes no iba conmigo, además de joderme la letra me aburría, hubo que recurrir a otros compañeros y a las fotocopias, gran invento ese. Desde entonces hasta aquí he hecho enormes esfuerzos por volver a mi letra copiada de Antoñito y no lo he conseguido, puede que tengan la culpa los teclados, pero a pesar de todo, añoro escribir a mano, pausado y con letra clara y limpia como mi amigo Antoñito que si sigue con su letra de toda la vida.
Domingo Méndez
@dmelop
Un humilde lapicero por @JLBracamonte #23Lviolines
Tengo
la enorme fortuna de que los dioses del Olimpo pusieran en mi camino a
este bibliotecario amante de las palabras y del arte de entretejerlas.
Tuve,
y tengo, la dicha bendita de poder decirle siempre, con nocturnidad y
alevosía, ¿escribes algo de ..? sabiendo que siempre me devolvería el
guante . ¡Benditos sus dedos que se guardan en el guante devuelto!
Tuve
y tendré el enorme placer de compartir, sin estridencias ni revuelos,
para que puedas tenerlo a tu lado, en el sillón junto a tí, deleitando
con sus palabras otro Día del Libro porque para él, y para tí, son 365
días, cada año, cada calendario, cada arruga de tu cara. Surcos de risas y de llantos junto a tus amigos.
Doña Díriga
Doña Díriga
Un humilde lapicero
Imagen enlazada al blog original |
De entre
todos los útiles de escritura, a mi me tocó ser un lapicero, lo que viene a ser
como nacer mulo en el mundo de los equinos, hilota en Esparta, o paria en la
India. De haber podido elegir, me hubiese gustado ser el lápiz de un ingeniero,
o de un arquitecto, siempre bien tratados, con las puntas afiladas como
estiletes y con corazón de grafito de primera calidad y buena madera de cedro
libanés, siempre cuidadosamente tratados bien residieran en la penumbra de un
despacho o en la luz de artificio de un estudio de arquitectura, porque dentro
del mundo de los lápices, existen sus categorías.
Los hay que van vestidos con
una hermosa camisa estampada, otros van de rayas amarillas y negras y llevan su
marca estampada. Incluso, se los clasifica con un número según la dureza de su
mina de grafito. Pero esto sólo ocurre con los lápices de alcurnia.
Podía
haberme caído en suerte ser el lápiz de un dibujante, para salir al campo en
primavera y que mi trazo permaneciera en el bloc de dibujo muchos años después
de mi desaparición. O lápiz de carpintero, como mis primos. Son robustos,
inacabables y apenas dan un palo al agua: una marca por aquí, una señal por
allá, menuda vida. Es cierto que tienen cierta tendencia a perderse pero son
lapiceros que salen al exterior y están acostumbrados a ver mundo. Viajan a
lomos de la oreja de su dueño y son fuertes, pero a la vez elegantes con su
librea de color rojo.
Pero no. Yo, señores míos, soy un lapicero de parvulario,
por lo que mi vida está predestinada al maltrato, a la brevedad, a la sencilla
desnudez de la madera raras veces lacada, al hacinamiento en un plumier en el
que has de compartir espacio con algunos de tus más acérrimos enemigos, el saca, que te va comiendo dolorosamente
la vida poco a poco, y el borra, que
hace desaparecer con saña el fruto de tu trabajo. Un niño de párvulos no te
agarra con delicadeza, no, no, no. Te sujeta con todo el puño cuando está
empezando a garabatear, te clava los nudillos en la parte más sensible, la más
fina, la que queda desnuda tras sacarnos punta o te aprieta con fuerza contra
el papel hasta que la mina se parte astillando la madera, por no hablar del
continuo mordisqueo al que te somete casi de forma continuada prácticamente
desde que sales del plumier.
No obstante, ser lapicero de parvulario tiene también tiene
su parte bonita, no se vayan a creer. Ningún otro lapicero tiene utilidades
inimaginables, ni habita en continuas fantasías: En las manos de un niño puedes
ser un garabateador de puño, la espada de un hobbit, la varita mágica de un
hada, un escarbador de agujeros, un explorador de nariz, un bigote postizo, el
mando de una máquina petaco que lanza bolitas de papel, un limpia orejas, un
rascador de pies, un molde de tirabuzones, un tatuador de uñas, una mini
jabalina, un tenedor, un palillo de tambor, un perforador de hojas …. Es una
vida intensa, emocionante e impredecible pero que te deja en la piel profundas
cicatrices. Ni siquiera tienes una tregua el día en que te estrenan, puesto que
no hay cosa que le guste más a un niño que sacarnos punta. Bueno, miento. Quizá
les guste tanto o más romperla para volverla a sacar y ver como menguamos de
tamaño poco a poco. Por si no fuera suficiente, el sacapuntas de un niño te
raspa la piel y te la deja áspera y mal cortada, como cuando alguien se afeita
con una hojilla mellada. Además un niño no sabe parar y las minas se rompen una
y otra vez dentro de la infamante maquinita. Ahí sí tengo envidia a esos
lapiceros de despacho que son tratados como señores por esas máquina de
manivela, que son capaces de extraerles larguísimas virutas en espiral sin
traumas ni señales. Yo lo probé en una ocasión en la clase de párvulos de mi
pequeño amo. Qué gusto. Qué cosquilleo tan agradable. Es justo lo contrario de
las experiencias traumáticas a las que estoy acostumbrado. Me han afilado
incluso con un cuchillo de cocina que me rebanó enormes lascas de madera y me
produjo cicatrices casi imborrables. Un horror. Es como si te cortasen el pelo
a tirones.
Pero con todo, y esto es una confesión que nunca había
hecho, lo que no puedo soportar es que una pintura Alpino, un boli BIC o un rotu Carioca, me miren por encima del hombro, cuando al igual que
en el ajedrez, una vez acabado el juego, el rey y el peón van juntos al mismo
cajón. ¿No se dan cuenta de que igual que son pinturas podían haber sido
carboncillos o lápices de parvulario? Todavía esos rechonchos bolígrafos de
cuatro colores tienen algo de qué presumir, y tampoco, porque nadie puede
elegir lo que es cuando nace…En fin, que los hay que se creen plumas
estilográficas, de esas que tienen su propio estuche y habitan en los bolsillos
de elegantes chaquetas, o en lujosos escritorios y sólo se utilizan para firmar
suculentos contratos, convenios internacionales y tratados de comercio. Yo me
daré por satisfecho con que el niño que hoy hace garabatos con mi alma de
grafito, llegue un día a ser un escritor de historias de esas que son capaces
de hacerte reír, o llorar, o emocionarte; de historias que te atrapen y te
roben horas de sueño y te mantengan pegado al libro en la hora de la merienda.
Podrá escribirlas con una Olivetti, o con un ordenador, pero estoy seguro que
siempre recordará con cariño aquel mordisqueado lápiz de sus caligrafías
iniciales. Con eso me basta. Así podré considerar que mi vida ha tenido un
auténtico sentido, aunque luego firme sus obras con una estilográfica, sabré
que esa escritura será tributaria de un humilde lapicero.
José Luis Sánchez Rodríguez.
Bibliotecario.
@JLBracamonte
¿Tu razón para leer? #diadelibro
¿Cuántas razones hay para leer? Infinitas ¿Nos cuentas la tuya? #DíadelLibro @leeres http://t.co/iseKjvMBd8 pic.twitter.com/CYa64I0i8t
— Leer.es (@leeres) abril 22, 2015
Cuando los lápices se diluyen en el agua y nos salimos de los límites... #23Lviolines
Te mando un mini relato con lo que me mandaste del blog... no sé si
había que incluir el elemento del violín, pero me inspiró esta mini
historia, lápices que se convierten en violines o maneras de usar el
lápiz en la vida, basada en hechos reales por cierto jajaja, la abuela
me enseñó en la cocina, y los lápices que se diluyen en agua fueron un
regalo tuyo jajaja estoy con finales, así que no sé si es muy bueno,
pero en cuanto termine (el 30) mándame cosas de estas, que me encanta
escribir cosiquis...
(…)
Imagen vinculada a la página origen |
Siempre me salía de los bordes al colorear
cuando era pequeña. Esto era en infantil, y ahora con una veintena de años me
sigo acordando… ¡Qué terrible! Recuerdo
como la profesora me decía que pintaba mal y que no podría seguir saliéndome
de los bordes como lo hacía. ¡Imagínense que hubiese pasado si al pequeño Rembrandt
le hubiesen dicho que pintaba mal!, eso
me da que pensar. Cuantísimas auto-profecías externamente impuestas habrán
negado la vida de grandes artistas....
El caso es que llegué a casa y le dije
a mi abuela que me enseñase a no salirme de los bordes. Tomó un lápiz de color
y dibujó un círculo y me explicó que si apuraba el color en el interior de la
figura, justo pegadita a la línea de contorno, tendría menos margen para
salirme del círculo. Y así pasó el
tiempo, intentando siempre que la línea del contorno marcase el final de mi
trazo, no quería pintar mal, cómo iba a consentir que mi pasión fuese algo que
se me daba mal…
Lo complicado era dibujar soles, los rayos hacían que me tuviese
que salir… Sin embargo, y gracias a Dios, para mí pintar, en mi cuarto o en el
salón, siempre implicaba momentos libres de juicios. Entonces, cuando nadie
miraba y estaba completamente entusiasmada en mi dibujo, difuminaba cielos y
universos con lápices que se diluían en agua y me encantaba, porque no había
forma de salirme ¡ni de que nadie me dijese que lo hacía mal! Bueno, pintar
en la mesa, pero eso yo ya sabía que no se debía hacer. En esos momentos,
pintaba los mejores soles. Al final todos sabemos que pintar en la mesa está
mal, pero que, salirse de las líneas, tiene recompensas tan bonitas como poder
llegar a oler el mar, sentir una nube, o
perderse en el infinito… y todo esto, ¡sobre un lienzo!.
Claudia Santamaría
De lápices, violines y otras confusiones...
Staedtler Noris es el primer nombre que me viene a la cabeza si hablamos de lápices. ¡Un nombre mítico... Staedtler Noris...!
Claro que yo no los usé en la escuela, tuvo que llegar el instituto y, con él el profesor de dibujo, para que yo tuviera acceso a semejante maravilla.
Soy nacida a mediados de los años cincuenta. En esa época no había marcas para los lápices (ni para nada). Solían ser de color madera y se rompían constantemente, hacíamos un uso más que frecuente de los sacapuntas, y también de las virutas que recogíamos. ¡Cómo todo lo que usábamos tenía luego una o dos vidas más, es harina de otro costal que no procede explicar aquí... o sí, no estoy segura, lo iremos viendo conforme avance esta narración!
El caso es que cuando yo era pequeña todo era gris, o color madera si se prefiere. Nada de negro y amarillo chillón para amenizar nuestros escritos, ¡esos cuadernillos de caligrafía que todos/as hemos rellenado con más o menos fortuna!
Claro que yo no los usé en la escuela, tuvo que llegar el instituto y, con él el profesor de dibujo, para que yo tuviera acceso a semejante maravilla.
Soy nacida a mediados de los años cincuenta. En esa época no había marcas para los lápices (ni para nada). Solían ser de color madera y se rompían constantemente, hacíamos un uso más que frecuente de los sacapuntas, y también de las virutas que recogíamos. ¡Cómo todo lo que usábamos tenía luego una o dos vidas más, es harina de otro costal que no procede explicar aquí... o sí, no estoy segura, lo iremos viendo conforme avance esta narración!
El caso es que cuando yo era pequeña todo era gris, o color madera si se prefiere. Nada de negro y amarillo chillón para amenizar nuestros escritos, ¡esos cuadernillos de caligrafía que todos/as hemos rellenado con más o menos fortuna!
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Si miro hacia atrás, a aquellos años, todo lo recuerdo de color gris ratón. No es una metáfora, literalmente los libros eran de ese color. No había ilustraciones, todo lo más, mapas o imágenes (en gris) de nuestros caudillos: don Pelayo, el Cid o Franco, por ejemplo. Era un libro para todo. Recuerdo que el profesor nos hacía los exámenes orales. Sentaba alrededor de su mesa a los de la misma edad (era una escuela unitaria) y abría el libro por una página cualquiera. Debíamos decirle literalmente todo lo que ponía en la misma. Cuando consideraba que podíamos con eso, se nos llevaba a la ciudad para superar los exámenes libres que allí se hacían.
Desarrollé la memoria, eso por descontado. Estudié así hasta el primer curso del bachillerato. Después abrieron un instituto público en Orihuela (a 5 km de mi pueblo) y... ¡ahí descubrí los Staedtler Noris!
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¡...Y un gimnasio, y una cantina, y un atractivo autobús estudiantil donde viví los mejores momentos de mi adolescencia...!
El gris empezó a cambiar; los libros, también, ¡había uno para cada asignatura...!
No puedo decir que la enseñanza fuera muy diferente, eso dependía (y temo que siempre será así) de los profesores/as que nos tocaran. Los había sumisos y previsibles, pero también osados y creativos. Tal como pasa hoy. La diferencia está en que entonces no se alardeaba de ello, no había un púlpito/internet siempre a tu servicio para expandir tus clases magistrales (¡sí, en la mayoría de los casos, eso es lo que son!). Se era el rarito de turno o de color gris, sin más.
Yo entonces no tenía claro lo que quería hacer en la vida, pero sí que de gris ya había tenido bastante. Por eso me gusta tanto la literatura, saca color hasta a las cosas más anodinas. Esa fue mi primera opción, pero entonces era una carrera de 5 años y tenía que hacerla en la capital. Fue más sencillo para la precaria economía de entonces abordar los 3 años de magisterio. Nunca renuncié a la literatura (era mi Staedtler), hice dos años de filología hispánica después, pero eso es otra historia...
La historia de mi vida académica es todo un cliché: ¿no puedes hacer otra carrera?... ¡pues haz magisterio! Ya he escrito en otros sitios que me sentía como una estafadora. Mis compañeros/as de clase afirmaban que esa era su vocación, que adoraban a los niños, etc, etc. Mi vida empezó a grisear de nuevo, pero lo fundamental seguía siendo que tuviera una manera de ganarme la vida, se trataba de subir de status. Yo comparaba esa subida con la de mi país después de los años de dictadura; era una muy buena motivación.
Cuando entré por primera vez en MI escuela encontré todos los colores perdidos y todas las marcas de todos los lápices. A pesar del pánico, me encontré unida indisolublemente a esos pequeños que me miraban esperando todo de mí. Comprendí a mis compañeros/as amantes de los niños, ¡ellos tenían un amor platónico, yo lo estaba viviendo en primera persona!
Desde entonces, sacar punta a esos lápices o volverlos unos Staedtler ha sido la prioridad de mi vida. Y no distingo entre vida privada y vida laboral. Han sido indisociables en mi caso. Eso de que los problemas del trabajo se quedan a la puerta de casa y se olvidan nunca ha sido para mí. Porque yo he trabajado para hacer realidad mis ideales más íntimos. He tenido la suerte de poder interactuar con personas intentando abrir sus mentes más allá de las caligrafías, las marcas o el entorno más o menos empobrecido que les rodea. Hablando claro, he intentado hacerles un poco más rebeldes, un poco más sensibles, un poco menos fanáticos, un mucho más creativos. ¿Por qué? Porque podía, porque me parecía un pecado (sí, fui católica en mi adolescencia) no hacerlo, porque se lo debía, porque tenían derecho...
¿Para qué? Para que no repitan los errores de sus antepasados, para que aprecien sus aciertos, para que sean activos en su vida ciudadana y política, para que crezcan...
¿Ambicioso? Desde luego. ¿Realizable? No siempre. A veces no sabes, a veces no te dejan,...
El gris empezó a cambiar; los libros, también, ¡había uno para cada asignatura...!
No puedo decir que la enseñanza fuera muy diferente, eso dependía (y temo que siempre será así) de los profesores/as que nos tocaran. Los había sumisos y previsibles, pero también osados y creativos. Tal como pasa hoy. La diferencia está en que entonces no se alardeaba de ello, no había un púlpito/internet siempre a tu servicio para expandir tus clases magistrales (¡sí, en la mayoría de los casos, eso es lo que son!). Se era el rarito de turno o de color gris, sin más.
Yo entonces no tenía claro lo que quería hacer en la vida, pero sí que de gris ya había tenido bastante. Por eso me gusta tanto la literatura, saca color hasta a las cosas más anodinas. Esa fue mi primera opción, pero entonces era una carrera de 5 años y tenía que hacerla en la capital. Fue más sencillo para la precaria economía de entonces abordar los 3 años de magisterio. Nunca renuncié a la literatura (era mi Staedtler), hice dos años de filología hispánica después, pero eso es otra historia...
La historia de mi vida académica es todo un cliché: ¿no puedes hacer otra carrera?... ¡pues haz magisterio! Ya he escrito en otros sitios que me sentía como una estafadora. Mis compañeros/as de clase afirmaban que esa era su vocación, que adoraban a los niños, etc, etc. Mi vida empezó a grisear de nuevo, pero lo fundamental seguía siendo que tuviera una manera de ganarme la vida, se trataba de subir de status. Yo comparaba esa subida con la de mi país después de los años de dictadura; era una muy buena motivación.
Cuando entré por primera vez en MI escuela encontré todos los colores perdidos y todas las marcas de todos los lápices. A pesar del pánico, me encontré unida indisolublemente a esos pequeños que me miraban esperando todo de mí. Comprendí a mis compañeros/as amantes de los niños, ¡ellos tenían un amor platónico, yo lo estaba viviendo en primera persona!
Desde entonces, sacar punta a esos lápices o volverlos unos Staedtler ha sido la prioridad de mi vida. Y no distingo entre vida privada y vida laboral. Han sido indisociables en mi caso. Eso de que los problemas del trabajo se quedan a la puerta de casa y se olvidan nunca ha sido para mí. Porque yo he trabajado para hacer realidad mis ideales más íntimos. He tenido la suerte de poder interactuar con personas intentando abrir sus mentes más allá de las caligrafías, las marcas o el entorno más o menos empobrecido que les rodea. Hablando claro, he intentado hacerles un poco más rebeldes, un poco más sensibles, un poco menos fanáticos, un mucho más creativos. ¿Por qué? Porque podía, porque me parecía un pecado (sí, fui católica en mi adolescencia) no hacerlo, porque se lo debía, porque tenían derecho...
¿Para qué? Para que no repitan los errores de sus antepasados, para que aprecien sus aciertos, para que sean activos en su vida ciudadana y política, para que crezcan...
¿Ambicioso? Desde luego. ¿Realizable? No siempre. A veces no sabes, a veces no te dejan,...
Así que, volviendo a por qué estoy escribiendo sobre lápices y violines, habría dos cosas que comentar. En mi caso, ¿me convertí en el mejor violín que pude haber sido? No lo creo, y no ha sido por falta de empeño, pero llegar a ser buen MAESTRO/A no está al alcance de cualquiera. Mi alumnado me lo ha puesto siempre fácil, pero las aptitudes de cada uno/a son las que son, y… bueno, yo diría que en mis últimos años de docencia he procurado no desafinar demasiado (la compañía de mis colegas por internet me ha ayudado tanto…).
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En el caso de mis alumnos/as, yo, que tengo la suerte de haber trabajado casi siempre en el mismo sitio y haberlos visto crecer y seguir sus vidas, he de deciros que hayan hecho lo que hayan hecho, siempre me he sentido orgullosa de ellos/as. Ha habido violines stradivarius y violines de serie, pero ¿la intención no era convertir maderas en violines? La calidad, el esmero, la intención, la genialidad,… eso ya depende de tantas cosas… que se quedan fuera del campo de una simple maestra.
Después de todo, ¿quién soy yo para juzgar si lo que han hecho con su vida es lo correcto? Apenas sé si lo que yo he hecho con la mía lo es.
Pero déjenme decirles una cosa… Mi carrera, mi trabajo, ha sido lo más parecido a tocar un Stradivarius o a escribir con un Staedtler. Nunca tocaré la pieza perfecta, pero el proceso que he vivido intentándolo ha sido apasionante… ¡sólo por si lo dudaban…!
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