Espacios de encuentro

miércoles, 22 de abril de 2015

Cuando los lápices se diluyen en el agua y nos salimos de los límites... #23Lviolines

Te mando un mini relato con lo que me mandaste del blog... no sé si había que incluir el elemento del violín, pero me inspiró esta mini historia, lápices que se convierten en violines o maneras de usar el lápiz en la vida, basada en hechos reales por cierto jajaja, la abuela me enseñó en la cocina, y los lápices que se diluyen en agua fueron un regalo tuyo jajaja estoy con finales, así que no sé si es muy bueno, pero en cuanto termine (el 30) mándame cosas de estas, que me encanta escribir cosiquis...

(…)

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Siempre me salía de los bordes al colorear cuando era pequeña. Esto era en infantil, y ahora con una veintena de años me sigo acordando… ¡Qué terrible!  Recuerdo como la profesora me decía que pintaba mal y que no podría seguir saliéndome de los bordes como lo hacía. ¡Imagínense que hubiese pasado si al pequeño Rembrandt le hubiesen dicho que pintaba mal!,  eso me da que pensar. Cuantísimas auto-profecías externamente impuestas habrán negado la vida de grandes artistas.... 
El caso es que llegué a casa y le dije a mi abuela que me enseñase a no salirme de los bordes. Tomó un lápiz de color y dibujó un círculo y me explicó que si apuraba el color en el interior de la figura, justo pegadita a la línea de contorno, tendría menos margen para salirme del círculo.  Y así pasó el tiempo, intentando siempre que la línea del contorno marcase el final de mi trazo, no quería pintar mal, cómo iba a consentir que mi pasión fuese algo que se me daba mal… 
Lo complicado era dibujar soles, los rayos hacían que me tuviese que salir… Sin embargo, y gracias a Dios, para mí pintar, en mi cuarto o en el salón, siempre implicaba momentos libres de juicios. Entonces, cuando nadie miraba y estaba completamente entusiasmada en mi dibujo, difuminaba cielos y universos con lápices que se diluían en agua y me encantaba, porque no había forma de salirme ¡ni de que nadie me dijese que lo hacía mal! Bueno, pintar en la mesa, pero eso yo ya sabía que no se debía hacer. En esos momentos, pintaba los mejores soles. Al final todos sabemos que pintar en la mesa está mal, pero que, salirse de las líneas, tiene recompensas tan bonitas como poder llegar a oler el mar, sentir una nube, o  perderse en el infinito… y todo esto, ¡sobre un lienzo!.  
                                                                                  Claudia Santamaría


                                                                                         

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